Normalmente nos reímos de cosas positivas, cuando nos sentimos bien, cuando las cosas van según lo previsto. Ay, faltaría más, ¿y si no nos reímos entonces cuándo sino? Como a cualquiera, me gusta reírme, y, espero que como a muchos de vosotros, me suelo reír de mis equivocaciones. Me río de las pequeñas cosas que no salen según lo previsto: cuando confundo los nombres de la gente, las direcciones, cuando tropiezo, cuando algo me sale mal o cuando meto la pata. Normalmente necesitamos grandes acontecimientos para reírnos, y han de ser positivos. Chascamos la lengua o fruncimos el ceño ante las pequeñas imperfecciones del día a día. ¿No estaremos siendo aquí un poquito exagerados?