Enseño a mis hijos a hablar bien, aunque me encanta cuando descomponen palabras para crear otras nuevas. Suelen nacer de errores graciosos. Mi hijo pequeño llama mala persiana a quien trata mal a los demás. También le gusta hablar de juegos de mesa, croquetamente de juegos de estrategia. A mi hija mayor le faschina hablar de oriente y mi hija mediana es un apor cuando está constipada y sus m suenan a p. Me gusta que conozcan las reglas, que las respeten y las cumplan. Pero me gusta sobre todo cuando deciden romperlas, cuando saben en qué momento y lugar, con qué consecuencias, pueden saltarse la norma y crear un código nuevo.
En realidad es una filosofía de vida. Es “aprende cómo se hace” para luego “hazlo como quieras”.